Fue el primero que agarré de tantos laberintos,
Me sumergí tanto en la insipida arrogancia por verte sonreír que evoque la muerte de una paz muda,
Me rete constantemente al unísono de tantas soledades,
De tantas fantasías y juegos tontos en el tablero de mi puño,
Te puse reina y te perdí como el peón mas ruin para ver como tus caderas hacían llover gotas de caricias sollozantes de bondad,
Mi maldad de disfrazó de tiempo y te sedujo hasta un rincón nada provisto de cortesías mundanas.

Allí andas tan reina y yo tan peón,
Tan mágica en el tablero de mi puño,
Encasillada en uno de mis tantos laberintos,
Libre prisionera de mis caprichosos azares.

Allí andas tan reina y yo tan peón,
Solo estas en el intenso tablero de mi puño,
Y mis labios sedientos de tus caderas gitanas.

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